Zabriskie Point fue la gran aventura americana del director italiano Michelangelo Antonioni. Estrenada en 1970, es un fiel reflejo de la contracultura americana, de unos jóvenes hastiados por el modo de vida de sus padres y hartos de Vietnam y de la discriminación racial y política. Narra la historia de Mark, un joven radical californiano que, perseguido por el presunto asesinato de un policía, roba una avioneta y pone rumbo al desierto de Mojave, donde conocerá a Daria, una muchacha que se dirige a Phoenix en un Buick de los 50.
Denostada por la crítica en su momento y luego recuperada como película de culto, Zabriskie Point enfrenta de forma magnífica a las dos caras de Estados Unidos, la del capitalismo más agresivo y el individualismo conservador, y la del activismo político y cultural. Los enormes carteles publicitarios, los viejos vaqueros acodados en la barra de un bar, los airados manifestantes marxistas... todo forma parte de la misma América, de ese collage de actitudes e ideas que tanto nos fascina a los europeos.
Con un dominio absoluto de la técnica cinematográfica, Antonioni nos ofrece escenas inolvidables dentro de un argumento algo inconexo, como si la historia no tuviese importancia y la meta sólo fuese capturar la esencia del séptimo arte, el cine como forma de creación en sí misma. Del bullicio de las manifestaciones universitarias se pasa, casi sin que nos demos cuenta, al silencio del desierto de Mojave y a la zona que da título a la película, que se revela como un lugar casi místico dónde poder dejar de lado todas las preocupaciones de la vida moderna. La escena más conocida y bella de la película es quizás esa sucesión de parejas amándose en el polvo del desierto, haciendo suyo por un instante ese lugar baldío e inhóspito.
Por supuesto, todas estas escenas no serían lo mismo sin la maravillosa banda sonora, compuesta en su mayor parte por Pink Floyd, cuyos punteos de guitarra se alternan con canciones de la América profunda y con los famosos silencios de Antonioni. Puede que no se trate de una obra maestra global, pues presenta ciertos altibajos, así como un final desconcertante aunque estilísticamente soberbio. Sin embargo, la forma de plasmar el conflicto intergeneracional de la época y el talento que se drespende de muchas de las escenas la convierten en una película imprescindible para cualquier amante del séptimo arte.
Denostada por la crítica en su momento y luego recuperada como película de culto, Zabriskie Point enfrenta de forma magnífica a las dos caras de Estados Unidos, la del capitalismo más agresivo y el individualismo conservador, y la del activismo político y cultural. Los enormes carteles publicitarios, los viejos vaqueros acodados en la barra de un bar, los airados manifestantes marxistas... todo forma parte de la misma América, de ese collage de actitudes e ideas que tanto nos fascina a los europeos.
Con un dominio absoluto de la técnica cinematográfica, Antonioni nos ofrece escenas inolvidables dentro de un argumento algo inconexo, como si la historia no tuviese importancia y la meta sólo fuese capturar la esencia del séptimo arte, el cine como forma de creación en sí misma. Del bullicio de las manifestaciones universitarias se pasa, casi sin que nos demos cuenta, al silencio del desierto de Mojave y a la zona que da título a la película, que se revela como un lugar casi místico dónde poder dejar de lado todas las preocupaciones de la vida moderna. La escena más conocida y bella de la película es quizás esa sucesión de parejas amándose en el polvo del desierto, haciendo suyo por un instante ese lugar baldío e inhóspito.
Por supuesto, todas estas escenas no serían lo mismo sin la maravillosa banda sonora, compuesta en su mayor parte por Pink Floyd, cuyos punteos de guitarra se alternan con canciones de la América profunda y con los famosos silencios de Antonioni. Puede que no se trate de una obra maestra global, pues presenta ciertos altibajos, así como un final desconcertante aunque estilísticamente soberbio. Sin embargo, la forma de plasmar el conflicto intergeneracional de la época y el talento que se drespende de muchas de las escenas la convierten en una película imprescindible para cualquier amante del séptimo arte.
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