lunes, 9 de julio de 2012

Nick Waterhouse y su estilo vieja escuela


El californiano Nick Waterhouse, al igual que su música, parece salido de una máquina del tiempo. A este chaval de 25 años, con cara de niño bueno, peinado de raya definida y gafas de pasta, lo que le atrae es el Rhythm & Blues de los 50. Y no es que intente adaptar esos sonidos de cuando el rock estaba todavía en pañales a las tendencias musicales actuales, sino que intenta emular directamente a sus viejos ídolos en busca del single perfecto.
Las técnicas utilizadas para grabar sus singles son las mismas que las empleadas en los antiguos estudios de grabación, donde la digitalización de la música no era posible y todo el proceso se realizaba en analógico. Y es que como bien se lee en el texto que acompaña a su primer álbum, Time’s All Gone, publicado este año por Innovative Leisure (Los Angeles) y cuyo título no puede ser más significativo, “todo lo referente a Nick Waterhouse comenzó con un single de 45 rpm”.


Su pasión por los 45 revoluciones, desarrollada en parte en la tienda de Dick Vivian, en San Francisco, se adivina en todas las canciones del álbum: melodías simples pero vibrantes, letras repetitivas, doo-wahs y chasquidos de dedos. El saxofón de Ira Raibon está muy presente y es el instrumento que le da cuerpo a todos los temas.
Incluso la presentación del álbum sigue el estándar de los 50, pues el póster que acompaña a la versión vinilo y al CD es en blanco y negro y con una maquetación propia de la época. Por supuesto, Waterhouse ha dado prioridad al vinilo sobre el CD, cuyo formato es igual al del primero (mismas proporciones pero en tamaño CD) y que creo ha sido editado por una cuestión puramente práctica en unos tiempos en los que sólo unos pocos conservan un reproductor de vinilos.
Aunque demasiado obsesionado bajo mi punto de vista con su puritanismo musical, que parece convivir con un exagerado desdén por lo actual, Waterhouse ha creado un disco con mucho encanto y muy bailable. Bailable al viejo estilo, claro está. Quizás está aún lejos de conseguir el single perfecto, como él quería, pero sus canciones consiguen retrotraerte a una América en la que los chicos se llamaban Bobby y las chicas Peggy Sue, cuando el Rock’n Roll estaba llamado a convertirse en el rey de todas las músicas.

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