Es ya evidente que el fenómeno Avatar ha supuesto un gran impacto en la cultura de masas y ha renovado en cierto modo la industria del cine, anquilosada en blockbusters que parecían fabricados en serie, al extender masivamente la proyección en 3D aderezada por unos sorprendentes efectos especiales y unos entornos y personajes muy imaginativos.
Pues bien, ahora está película (que, recordemos, no es para niños aunque salgan seres azules) ha levantado las protestas de las asociaciones antitabaco de Estados Unidos, empeñadas en su cruzada contra los cigarrillos en Hollywood. Resulta que en la película uno de los personajes, la jefa del equipo de investigación de Pandora, interpretada por Sigourney Weaver, está constantemente fumando. Y realmente este hábito insano viene que ni pintado a la científica, que es algo irascible, dura y autoritaria.
Las protestas se han acentuado por ser ésta una película con claro mensaje ecologista. Sinceramente, me indigna bastante la actitud de estos colectivos, estos talibanes del tabaquismo que consideran la nicotina como el más terrible de los males y que no contentos con no fumar y transmitir ese mensaje a sus allegados, pretenden prohibir a todos que fumen. Sería censurable si en las películas apareciesen anuncios de tabacaleras o se presentasen los cigarrillos como algo saludable, pero en la mayoría de los casos lo que ocurre es que en ellas simplemente se refleja la realidad de una sociedad en la que, lo quieran o no estos señores, mucha gente continúa fumando.
Creo que se están sacando las cosas de quicio en muchos temas similares, y la obsesión por prohibir se está extendiendo a los gobiernos: no dejar fumar en lugares como los pubs, precisamente construidos en base a los vicios insanos; prohibir corridas de toros; no permitir que los niños suspendan aunque no se esfuercen porque al parecer eso es malísimo para su autoestima... En definitiva, estamos cultivando una panda de lloricas que intentan imponer su catecismo sobre lo que es correcto y lo que no como si de una religión se tratase. Dejen que cada cual se mate a su manera y centrénse sencillamente en inculcar esos valores a sus hijos.
Pues bien, ahora está película (que, recordemos, no es para niños aunque salgan seres azules) ha levantado las protestas de las asociaciones antitabaco de Estados Unidos, empeñadas en su cruzada contra los cigarrillos en Hollywood. Resulta que en la película uno de los personajes, la jefa del equipo de investigación de Pandora, interpretada por Sigourney Weaver, está constantemente fumando. Y realmente este hábito insano viene que ni pintado a la científica, que es algo irascible, dura y autoritaria.
Las protestas se han acentuado por ser ésta una película con claro mensaje ecologista. Sinceramente, me indigna bastante la actitud de estos colectivos, estos talibanes del tabaquismo que consideran la nicotina como el más terrible de los males y que no contentos con no fumar y transmitir ese mensaje a sus allegados, pretenden prohibir a todos que fumen. Sería censurable si en las películas apareciesen anuncios de tabacaleras o se presentasen los cigarrillos como algo saludable, pero en la mayoría de los casos lo que ocurre es que en ellas simplemente se refleja la realidad de una sociedad en la que, lo quieran o no estos señores, mucha gente continúa fumando.
Creo que se están sacando las cosas de quicio en muchos temas similares, y la obsesión por prohibir se está extendiendo a los gobiernos: no dejar fumar en lugares como los pubs, precisamente construidos en base a los vicios insanos; prohibir corridas de toros; no permitir que los niños suspendan aunque no se esfuercen porque al parecer eso es malísimo para su autoestima... En definitiva, estamos cultivando una panda de lloricas que intentan imponer su catecismo sobre lo que es correcto y lo que no como si de una religión se tratase. Dejen que cada cual se mate a su manera y centrénse sencillamente en inculcar esos valores a sus hijos.
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