lunes, 27 de febrero de 2012

Historia del Documental

En la televisión actual se producen y se ven más documentales que nunca. Hay canales específicamente dedicados a ellos y una amplia audiencia se entretiene siguiendo las aventuras de los elefantes africanos en busca de agua o el costoso proceso de fabricación de una pelota de golf. Pero no siempre ha sido así. Hubo un tiempo en el que los documentales no podían competir comercialmente con el resto del cine y debían ser financiados por las instituciones gubernamentales, mientras que ahora las películas de Michael Moore superan en taquilla a la mayoría de las de ficción.

El fantástico libro de Jack C. Ellis y Betsy A. McLane, A New History of Documentary Film, analiza la evolución de este complejo género cuyas fronteras son más difusas de lo que en un primer momento podemos pensar, desde Nanook, donde Flaherty grabó la vida de los inuit, hasta Super Size Me, esa protesta contra la comida basura cuyo protagonista emplea un mes de su vida comiendo sólo en McDonald’s, pasando por la importante labor de Grierson al frente del National Film Board de Canada o la innovación del cinéma vérité en los 60.

Ellis y McLane no se limitan a exponer los hechos sin más, sino que analizan su origen y su conexión con otros movimientos, ya sea dentro del cine o fuera de él. Se hace especial énfasis en cómo los cambios tecnológicos han ido influyendo en la forma de hacer documentales más allá de la reducción de tamaño de las cámaras. Así, por ejemplo, la llegada de la televisión trajo consigo una necesidad de rellenar horario con documentales, más baratos de producir que el material de ficción en la mayoría de los casos. Cada capítulo se complementa con una filmografía esencial sobre ese periodo.

Aunque se advierte al lector desde el principio, el libro tiene un rango de análisis temático y geográfico restringido sin el cual sería mucho más interesante si cabe. En primer lugar, los autores califican como documental sólo aquellos que tienen una temática social y humana, lo que deja a los de naturaleza o tecnología fuera del análisis. Sin embargo, la segunda edición, que sale al mercado en abril de este año y que está firmada sólo por McLane, parece que va incluir nuevos capítulos para tratar, al menos de forma superficial, otros subgéneros. La segunda limitación es que, como bien reza el subtítulo (que ya podrían poner en la portada), se centra en documentales producidos en Estados Unidos, Canada y Reino Unido. Si bien al principio se dedican un par de capítulos al documental ruso de los años 20 y al movimiento avant-garde europeo, sólo se hace referencia a documentales producidos en otros lugares en la medida en que estos han influido en los de estos tres países. Así, los capítulos en los que se habla de lo producido para televisión pueden resultar tediosos para el lector extranjero. Por ello, a no ser que se amplíe más la obra, dudo mucho que sea alguna vez traducida al castellano.

(Gracias a Natalia por prestarme el libro)

3 comentarios:

Javier dijo...

Por lo que dices en la entrada, estoy seguro de que el libro me gustará, aunque lo que realmente me alegra es ver que vuelves con el blog!

Dedalus dijo...

¡Gracias, Javi! Fuisteis Marta y tú los que verdaderamente me animásteis a volver :)

Adrián dijo...

Si bien es muy importante el aspecto, histórico, artístico y técnico del documental, en este momento a mi lo que más me interesaría es el aspecto social, ¿realmente el documental a logrado tener un impacto en la sociedad modernista? ¿realmente la gente vive más informada con este nuevo auge? etc, etc, Saludos y sigue escribiendo!