Es curioso cómo muchos escritores ya veteranos y laureados adoptan en sus nuevas obras un tono irónico y ligero, como si tras mucho leído asumiesen finalmente la labor de la novela como divertimento. Con sus 86 años el Nobel portugués José Saramago recupera el estilo humorístico de sus inicios en la recién publicada Caín. Reescribe así la historia del bíblico fraticida, al que Dios condena a errar por el mundo eternamente. Caín será testigo de los episodios más importantes del Antiguo Testamento, conociendo cada vez mejor al despótico y cruel Dios de la primera parte de la Biblia.
Detrás de ese tono divertido se encuentra una feroz crítica a lo moralmente negativo de las Escrituras, que el clero asume como algo simbólico por su propio juicio, sin atender a lo que realmente está escrito. Caín se enfrenta al inmerecido sufrimiento de Job, a las matanzas indiscriminadas del ejército de Josué y a la aniquilación de niños en Sodoma y Gomorra y su odio hacia Dios aumenta cada vez más, cuestionándose si realmente encarna sólamente el Bien. Según el propio Saramago, él no escribe ni para agradar ni para desagradar, sino para desasosegar. Y ciertamente lo consigue con esta novela, que ha causado un gran revuelo en la Iglesia y los grupos de extrema derecha de su país. Puede que Caín no sea lo mejor que ha escrito Saramago, pero su carácter cómico y su original versión del vagar del bíblico personaje (amén de su corta duración) hacen que sea una recomendable y entretenida lectura que nos mueve a simpatizar con su protagonista.
En realidad Caín, eternamente demonizado por los cristianos, no es más que una víctima del irascible Yahvé, que no contento con sus dávidas lo despreció en favor de Abel. Y no es que éste invirtiese más esfuerzo que aquél, sino que el primero era agricultor y el segundo ganadero, y todos sabemos que un corderito recién sacrificado es mejor que un puñado de espigas de trigo, aún más si se trata de tan divino paladar.
Como complemento a esto, os dejo aquí una entrevista que le hicieron recientemente a Saramago. Y en lo relativo a Caín, leed la genial columnita que publicó Manuel Vicent en El País hace ya varias semanas (¿inspirado por el portugués, quizás?). Por último, un dato curioso: Caín es considerado en ciertos ambientes góticos y roleros como el Primer Vampiro, condenado a vivir eternamente y del cual descienden todos los demás.
Detrás de ese tono divertido se encuentra una feroz crítica a lo moralmente negativo de las Escrituras, que el clero asume como algo simbólico por su propio juicio, sin atender a lo que realmente está escrito. Caín se enfrenta al inmerecido sufrimiento de Job, a las matanzas indiscriminadas del ejército de Josué y a la aniquilación de niños en Sodoma y Gomorra y su odio hacia Dios aumenta cada vez más, cuestionándose si realmente encarna sólamente el Bien. Según el propio Saramago, él no escribe ni para agradar ni para desagradar, sino para desasosegar. Y ciertamente lo consigue con esta novela, que ha causado un gran revuelo en la Iglesia y los grupos de extrema derecha de su país. Puede que Caín no sea lo mejor que ha escrito Saramago, pero su carácter cómico y su original versión del vagar del bíblico personaje (amén de su corta duración) hacen que sea una recomendable y entretenida lectura que nos mueve a simpatizar con su protagonista.
En realidad Caín, eternamente demonizado por los cristianos, no es más que una víctima del irascible Yahvé, que no contento con sus dávidas lo despreció en favor de Abel. Y no es que éste invirtiese más esfuerzo que aquél, sino que el primero era agricultor y el segundo ganadero, y todos sabemos que un corderito recién sacrificado es mejor que un puñado de espigas de trigo, aún más si se trata de tan divino paladar.
Como complemento a esto, os dejo aquí una entrevista que le hicieron recientemente a Saramago. Y en lo relativo a Caín, leed la genial columnita que publicó Manuel Vicent en El País hace ya varias semanas (¿inspirado por el portugués, quizás?). Por último, un dato curioso: Caín es considerado en ciertos ambientes góticos y roleros como el Primer Vampiro, condenado a vivir eternamente y del cual descienden todos los demás.
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