Hace ya más de 20 años que se publicó El Regreso del Caballero Oscuro, la versión de Frank Miller sobre Batman. Y la verdad es que envejece estupendamente. Recuperando al Batman más oscuro y siniestro, Miller aportó cierta madurez a un género que, a pesar de su divertida inocencia, estaba comenzando a volverse un poco repetitivo. Junto con Watchmen (ambas salieron de forma casi simultánea) otorgó más personalidad a los superhéroes, revelando su lado más humano. El personaje de Frank Miller es un superhéroe colérico, con escasa moral pero con un firme sentido de la justicia, que hace plantear numerosas cuestiones. ¿Es lícito saltarse las leyes si con eso ayudas a mantener a raya a los delincuentes?
En esta historia, que ahora puede encontrarse en una magnífica edición integral, nos encontramos con un Bruce Wayne cincuentón retirado de la lucha contra el crimen pero agustiado ante la vileza presente en Gotham City. Una banda callejera, los Mutantes, está haciéndose con el control de todo, asustando a la población, lo que desata la furia de Batman y su vuelta a las calles. Por si fuera poco, reaparecen el Joker y Dos Caras, supuestamente rehabilitados.
La televisión se descubre como hilo conductor de la historia, intercalándose escenas de telediarios y tertulias sobre la legitimidad de Batman con las de lucha en las calles de Gotham. Y es en los episodios televisivos dónde se revela la fina ironía de Frank Miller, que presenta a unos gobernantes incompetentes y balbuceantes y a unos presentadores despreocupados, además de algún guiño a la realidad, como una parodia de David Letterman (David Endocrino), el famoso showman americano, o una isla que se llama Corto Maltés, en honor al personaje de Hugo Pratt.
También aparece Superman como un sicario del gobierno, un meapilas que se opone a las actuaciones urbanas de Batman en Gotham pero que aparece a lo largo del cómic colaborando en todas las guerras de Estados Unidos, aplastando a los ejércitos enemigos.
Todo este guión está realzado por el increíble dibujo de Miller, oscuro y sórdido, dónde hay que reconocer también el mérito de los colores de Lynn Varley. En definitiva, una gran obra, posiblemente de las mejores del género. Leedla, no os arrepentiréis.
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