Este domingo, en nuestro repaso a la Historia de la Astronomía, aparece el primer gran astrónomo moderno: Copérnico, que formalizó la idea de sistema heliocéntrico.
En el siglo XV, la invención de la imprenta en Occidente supone una revolución cultural sin precedentes. Ya no es necesario tener a cientos de monjes copiando los manuscritos con los riesgos de errores que eso conlleva, sino que automáticamente y de manera más rápida y barata pueden producirse grandes cantidades de libros científicos, que pueden llegar a un mayor público.
Comienza a dejarse atrás el oscurantismo de la Edad Media y surge la corriente del humanismo, que recupera los valores de la Antigüedad Clásica. En este ambiente nace Copérnico, que retomó la impopular idea de Aristarco de una Tierra en movimiento y creó un modelo heliocéntrico que plasmó en su libro De Revolutionibus. La desgracia es que la publicación no fue supervisada por Copérnico, ya enfermo, e introdujeron un prólogo supuestamente escrito por él en el que afirmaba que él no creía realmente en la teoría heliocéntrica y sólo la tomaba como modelo matemático. Esto hizo que el libro no tuviese la repercusión que se merecía, aunque daría qué pensar a grandes mentes como Galileo y Kepler.
El modelo copernicano era menos “recogido” que el ptolemaico, habiendo un gran espacio entre el último planeta (Saturno) y las estrellas, que seguían considerándose fijas. Los modelos geométricos del cielo ya estaban, por así decirlo, superados, y ahora habría que pasar a estudiar el cosmos desde el punto de vista físico.
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