Presentamos este domingo la penúltima entrega de nuestra Historia de la Astronomía, dónde apuntaremos brevente los avances astronómicos del siglo XIX. En el dibujo podéis ver uno de los impresionantes telescopios construidos por William Herschel para estudiar el espacio.
Seguramente, el astrónomo más importante del siglo XVIII fue William Herschel, que además de observar el cielo con dedicación construía sus propios telescopios, siendo la primera persona en la historia en descubrir un planeta, Urano. Su contribución más importante fue el estudio de las nebulosas, que catalogó intentando discernir cuáles eran cúmulos de estrellas y cuáles nebulosas propiamente dichas, apuntando además cuál podría ser el origen de las estrellas. Su hijo John continuó con sus observaciones, viajando incluso al sur de África para conocer el cielo austral.
Ya en el siglo XIX, la observación del espectro solar por parte de Fraunhofer y el posterior estudio realizado por Bunsen y Kirchhoff reveló que podían identificarse los elementos de los que se componía cada estrella sin más que analizar la luz que nos llegaba de ellas. Se comenzaron así a clasificar en base a esto, recogiéndose los datos en diagramas como el H-R. Se multiplicaron las teorías sobre el ciclo de vida de las estrellas, y se especuló con la existencia de agujeros negros y estrellas de neutrones.
Además, el impacto de la fotografía en la observación astronómica fue enorme: podía equiparse a los telescopios con una cámara fotográfica para recoger instantáneas del cielo que luego serían estudiadas tranquilamente en un despacho. Así se tuvo un conocimiento más profundo del cielo, llegando finalmente a nuestro modelo actual, siendo nuestra galaxia una entre tantas otras.
NOTA: Esta entrada tendría que haberse publicado el domingo, pero al parecer ha habido un problema con el sistema de publicación automática de Blogger.
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