miércoles, 17 de marzo de 2010

El performance extremo de Marina Abramovic


Entre las numerosas formas de expresión artística que se han abierto paso en el arte contemporáneo, como el vídeoarte o los ready-made, están las performances, o arte con personajes reales cuyos movimientos (o ausencia de ellos) y puesta en escena componen la propia obra. Y la mayor representante de esta forma artística, la serbia Marina Abramovic, protagoniza ahora una exposición temporal en el MoMA de Nueva York, una retrospectiva de toda su carrera que podrá verse hasta el 30 de mayo.

Lo curioso del caso es que la exposición, titulada "The Artist is Present", cuenta con la presencia continuada de la propia artista, que va a estar sentada en una silla frente a la cual podrán situarse los visitantes, desde la hora de apertura hasta la de cierre durante todo el tiempo que dure la exposición. Esto da un total de 716 horas y media sentada en mitad de sus obras, todo un auténtico símbolo de lo que puede dar de sí el arte conceptual y de performance. Para los que no confiéis en su tesón, podéis seguir la presencia de Abramovic en el MoMA en directo a través de su web (de hecho la imagen que encabeza este artículo la he tomado hace unos segundos).

Pero desde luego esto no ha sido lo más chocante que ha hecho Abramovic durante su carrera, que empezó a mediados de los 70. Conoceréis seguramente el juego de apoyar la palma de la mano abierta sobre la mesa y golpear repetidamente los resquicios interdigitales con la punta de un cuchillo. Pues bien, la artista repitió esto hasta cortarse veinte veces, grabando los sonidos en una cinta que después escuchaba para intentar repetir los mismos errores en los mismos instantes, lo que intentaba reflejar la conexión entre pasado y presente. Así, en sus performances se ha cortado, se ha quemado, ha ingerido potentes drogas e incluso ha dejado armas a disposición de los espectadores para que la agrediesen (hasta una pistola con una bala que, por suerte, nadie utilizó).

Su compañero artístico y sentimental fue durante mucho tiempo Frank Uwe Laysiepen, conocido como Ulay, con el que también colaboró en performances. En una de ellas, por ejemplo, se situaron desnudos en la puerta del museo, de tamaño reducido, obligando a la gente a restregarse con sus cuerpos para entrar y salir. Otra que representaron fue la llamada Death Itself (La muerte misma), en la que unían sus labios e inspiraban el aire del otro hasta que sus pulmones se llenaron de dióxido de carbono y cayeron inconscientes. Finalmente decidieron separar sus destinos, cómo no, con otra performance: ambos se situaron cada uno en un extremo de la Gran Muralla China, recorriéndola hasta que se encontraron al cabo de tres meses y se despidieron definitivamente.

En fin, lo que da de sí la expresión artística... Aunque soy un amante del arte del siglo XX, yo enmarcaría más bien la carrera de Abramovic en el marco de la provocación, la reflexión, la originalidad y la agitación de conciencias. Más que ser arte abierto los demás, parece un viaje espiritual del propio artista difícil de apreciar por el público, aunque hay que reconocer que algunos actos de Abramovic tienen cierto contenido poético.

(Vía ABC)

2 comentarios:

evita de evitar dijo...

que tonterías que hace! este arte te gusta??? NIÑOOOOOOOOOOOO!
(me lo he leido ^^)

Anónimo dijo...

el hecho de escribir sobre algo, no quiere decir que a uno le guste,me ha parecido muy interesante conocer que existe este tipo de arte.Gracia Julio por la informacion.