Ya recuperada la actividad habitual del blog, retomamos nuestra Historia de la Astronomía con un breve capítulo sobre Galileo. Precisamente este año se cumple el cuarto centenario de las primeras observaciones del científico italiano con su telescopio (que no inventó él al contrario de lo que comúnmente se cree).
Mientras tanto en Italia, en el verano de 1609, Galileo Galilei apuntaba por primera vez al cielo cierto artilugio de invención holandesa, el telescopio. Gracias a él halló pruebas fehacientes que permitían romper definitivamente con toda la concepción geocéntrica arrastrada desde el pasado. Descubrió que Júpiter tenía lunas (no éramos los únicos al fin y al cabo); que la Luna y el Sol eran imperfectos, con cráteres y manchas; que Venus tenía diferentes fases como la Luna, e incluso que Saturno tenía unos extraños apéndices, sus anillos. Además, vio que el telescopio aumentaba los planetas pero no las estrellas, lo que sugería que éstas estaban muy lejos, tal y como necesitaba el sistema heliocéntrico de Copérnico. La defensa de éste en el plano teológico hizo que Galileo se viese envuelto en un proceso eclesiástico supervisado por la propia Santa Sede, que le obligó a abjurar de su visión de una Tierra en movimiento. Aunque este episodio sea frecuentemente recordado con una buena carga de romanticismo, con la famosa frase (“Eppur si muove”) pronunciada tras su abjuración, la verdad es que Galileo no lo pasó tan mal al fin y al cabo, siendo sometido a un arresto domiciliario bastante holgado.
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