En 1970, cuando la moda por lo espiritual y oriental estaba ya en receso, el controvertido director chileno Alejandro Jodorowsky decidió recoger toda su filosofía en su segunda película, El Topo, un western surrealista encumbrado por la cultura psicodélica ligada al LSD.
Con numerosas referencias a la Biblia, a Platón y al psicoanálisis freudiano y jungiano, la película narra el viaje del Topo, un pistolero sombrío y sin escrúpulos interpretado por el propio Jodorowsky, acompañado por su hijo a través del desierto. Tras liberar a un grupo de franciscanos y a una chica de los caprichos de un violento y lascivo coronel, partirá con ésta última para intentar eliminar a los cuatro maestros del revólver que se esconden en el desierto. A partir de aquí se sucede toda una galería de personajes curiosos, especialmente enanos y tullidos, que otorgan a la película un cierto aire onírico. El Topo irá forjando poco a poco su propia ideología y descubriendo los aspectos más recónditos del hombre, en un viaje hacia la perfección espiritual, convirtiéndose progresivamente su despiadado desprecio por la vida de los demás en un desprecio por su propia vida. Las escenas escabrosas y violentas se suceden sin ningún tipo de censura, mostrando la vileza de los actos humanos.
Tras este argumento está siempre presente el mito de la caverna platónico, simbolizado por la figura del topo, animal que, como se explica al inicio de la película, excava y excava hasta hallar la superficie, momento en el cual queda ciego por el resplandor del Sol. La fotografía y los variopintos personajes, cargados de significado alegórico y a menudo inspirados en Fellini (de dónde podrían proceder si no esas señoras gordas, lascivas y maquilladas en exceso), otorgan al filme cierta aureola mística, justo lo que la juventud de la época demandaba, desencantada con las directrices políticas que habían llevado a una guerra injusta en Vietnam. Entre otros se ganó la veneración de John Lennon, que financió la siguiente película de Jodorowsky, La montaña sagrada.
Sin embargo, la profusión de simbolismo en la película puede llevar a calificarla de pretenciosa. El barroquismo alegórico presente en cada gesto, en cada objeto, se ve a veces respaldado por un mensaje para nada profundo, dificilmente identificable por el espectador. Así mismo, se intuye cierto egocentrismo en la interpretación de Jodorowsky, que se situa a sí mismo como protagonista comparándose con el mismo Jesucristo, alcanzando un conocimiento pleno del mundo.
En resumen, se trata de una película de culto compleja, imprescindible para comprender la filosofía surgida del Verano del Amor y repleta de grandes escenas y personajes, reflejo en su mayoría de la mezquindad de la condición humana.
Anexo: Me gustaría llamar la atención sobre algo de lo que no he conseguido encontrar ningún tipo de referencia en Internet: la increíble similitud entre esta película y La Torre Oscura, la bastante posterior serie de novelas escritas por Stephen King. No sólo en la ambientación y en el protagonista, dónde Rolando parece inspirado directamente en el Topo de la primera mitad del filme, sino también en el carácter de bucle del final, que si bien no se asemeja en los mismos términos tiene visos de haber influido en la serie.
1 comentario:
yo tambien pense en la torre oscura cuando lei la resenya de El Topo... curiosa similitud...
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