jueves, 10 de septiembre de 2009

Solaris

Normalmente desconocida por aquellos ajenos al género de ciencia ficción, Solaris, del polaco Stanislaw Lem, es una novela formidable. Lejos de aquellas obras del género que se centran en la acción de batallas espaciales, Solaris juega con el ambiente futurista para plantear problemas humanos atemporales, al igual que otros maestros de la ciencia ficción más conocidos, como Arthur C. Clarke o Isaac Asimov.

La historia, escrita en primera persona, narra el viaje del psicólogo Kris Kelvin al planeta Solaris, que orbita alrededor de una estrella binaria y cuya superficie está casi completamente cubierta de agua. O de lo que en un primer momento puede parecer agua, ya que tras muchos años de investigación en el planeta se ha llegado a la conclusión de que el Océano puede ser en realidad una suerte de ser viviente. Cuando Kelvin llega a la estación se encuentra con que uno de los miembros de la investigación se ha suicidado, a lo que se suma la aparición de su esposa, fallecida hace años.

Al principio, Kelvin trata de racionalizarlo todo pero pronto desiste y asume que la humanidad puede encontrarse ante una nueva forma de inteligencia. A través de extractos de libros que lee el protagonista, se va conociendo a lo largo de la novela la historia de la solarística y la espera por parte de los humanos de un posible Contacto con el Océano. Así, la obra sacrifica la acción por un más que cuidado trasfondo, que permite exponer claramente las ideas del autor. ¿Qué pasaría si el ser humano encuentra a un ser insondable e inefable, capaz de introducirse en su psique y reproducir sus pensamientos más recónditos, de crear réplicas exactas de seres humanos capaces de albergar sentimientos? ¿No sería en realidad una especie de encuentro con Dios? ¿No relegaría a éste a una posible realización material, derribándolo de su celestial trono?

Transcurridos casi 50 años desde su publicación, Solaris continúa manteniendo su vigencia como análisis profundo de la psicología humana, una novela memorable que hace reflexionar al lector sobre nuestro papel en el universo.

Por último añadir que existen dos versiones cinematográficas del libro: una de 1972, dirigida por Andréi Tarkovski, y otra de 2002, por Steven Soderbergh. La segunda no la he visto, pero la primera recoge fielmente las ideas del libro adaptándolas magníficamente al lenguaje cinematográfico, aunque el director añade unas cuantas ideas extras. Sin embargo, la lentitud y carácter de autor de la película de Tarkovski la hacen sólo apta para lectores del libro o para aquellos acostumbrados al cine más "denso".

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